How Farmers are Making Dairies Sexy for Men’s Health

Young white woman naked in a wheel barrow; she is covered in hay and wearing very large pump red heels

Macra na Feirme, a farmer’s association in Ireland, is creating a pornographic calendar to raise awareness about mental health problems and suicide in the farming community, particularly that of young men.

This project is gendered, as pornography predominantly involves the display of women’s bodies, while farming is masculinized. Women are the objects on display, while men are the subjects of concern.

Advertisement for Macra; A pair of legs and the top of a skirt is visible, a woman is sitting on a bail of hay in high heels

Calendar sales will go to the mental health non-profit Walk In My Shoes

What is interesting is that the campaign seeks to challenge unrealistic masculine gender roles (which discourage boys and men with depression from seeking help or admitting weakness), and yet those same roles are protected by framing the campaign in clear scripts of patriarchal dominance.

Importantly, the centering of men’s experiences also makes invisible the multitude of research that shows clear correlations between the sexual objectification of women and women’s higher rates of depression, anxiety, and self-harm, as well as lower rates of self image and self efficacy.

But more is going on in these images–we’re also seeing the romanticization and sexualization of speciesism. In one image, the Rose of Kilkenny (Ireland’s version of Miss America), poses seductively with a milking device. An instrument of torture for the Nonhuman Animals involved, but a very naturalized symbol of power, domination, and the pleasurable consumption of the female body for humans who interpret the image.

Woman in red high heels with legs exposed holds a milking device in the middle of a dairy, with the back ends of cows lined up on the machines visible in the background

What’s also made invisible is the relationship between mental health and participation in systemic violence against the vulnerable. Yes, the campaign seeks to bring attention to the emotional challenges associated with farming, but no connection is being made to the relationship between hurting others and the hurt one experiences themselves. Slaughterhouse workers, for instance, are seriously psychologically impacted by the killing and butchering they must engage. Dairy workers, too, are paying a psychological price for their participation. This isn’t just about “farming” in general, this is about speciesist practices in particular. Speciesism hurts us all: Nonhuman Animals in particular, male farmers as a consequence, and women who are objectified and hurt in a society where the exploitation of feminized vulnerable groups is normalized.

Indeed, I find it interesting that, for women who want to participate in a social movement, the “go to” response is so often to get naked or make pornography. It is a powerful statement about the gender hierarchy in our society and the limited and often disempowering choices available to women. Ultimately, it speaks to a considerable limitation on our social justice imagination.

 

Thank you to our Hungarian contributor Eszter Kalóczkai for bringing attention to this story.


Corey Lee WrennDr. Wrenn is Lecturer of Sociology. She received her Ph.D. in Sociology with Colorado State University in 2016. She received her M.S. in Sociology in 2008 and her B.A. in Political Science in 2005, both from Virginia Tech. She was awarded Exemplary Diversity Scholar, 2016 by the University of Michigan’s National Center for Institutional Diversity. She served as council member with the American Sociological Association’s Animals & Society section (2013-2016) and was elected Chair in 2018. She serves as Book Review Editor to Society & Animals and has contributed to the Human-Animal Studies Images and Cinema blogs for the Animals and Society Institute. She has been published in several peer-reviewed academic journals including the Journal of Gender Studies, Feminist Media Studies, Disability & Society, Food, Culture & Society, and Society & Animals. In July 2013, she founded the Vegan Feminist Network, an academic-activist project engaging intersectional social justice praxis. She is the author of A Rational Approach to Animal Rights: Extensions in Abolitionist Theory (Palgrave MacMillan 2016).

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El Veganismo no es “La Ética de los Alimentos”: El Veganismo tiene que ver con la Justicia Social

The original English version of this essay can be found here.

Mother cow and calf nuzzling

Por Syl

Me quedé más que decepcionada después de leer el reciente post de Olivia (de Skepchick) y la discusión que le siguió en la sección de veganismo. Primero que todo, no hubo en absoluto una conversación sobre las conexiones entre el ateísmo y el veganismo. Siempre me parece una pérdida completa de tiempo tratar de explicar la falta de interés en el veganismo en espacios ateos. Los ateos parecen ser suficientemente críticos siempre y cuando ellos permanezcan en la pequeñez de la conversación relacionada con la creencia de que el veganismo es una acción basada en la acción ética del individuo, en lugar de una posición propia de justicia social y un movimiento fundado en ciertas creencias éticas. Algunas de las características clave de esta construcción miope del veganismo son:

(a) Fundamentalmente, el veganismo es un asunto ético fundado en el individuo.

(b) El veganismo es un ideal inalcanzable. Es una guía en lugar de una meta realizable.

(c) El veganismo es una práctica relacionada con la alimentación, una ética de alimentación, y/o una dieta.

(d) El veganismo consiste en intentar hacer “lo mejor que se pueda”.

(e) Naturalmente, el veganismo conlleva momentos de “culpa” porque uno no puede ser un “vegano perfecto”.

(f) El veganismo es una práctica aislada conceptualmente de otras prácticas de justicia social.

En su post, Olivia se refiere consistentemente al veganismo como “ética de la alimentación” o una “dieta” (c) y resto de (a) a través (f) se puede ver en solo un pasaje:

Podemos ver que no todas las conclusiones éticas abstractas demandan una perfecta conformidad, porque nuestro propio bienestar debería ser parte de nuestros cálculos éticos. Cada uno de nosotros tiene una cantidad limitada de tiempo, dinero, y energía, y tenemos que decidir en cuáles áreas vamos a concentrar esos recursos. Hay una sorprendente cantidad de cosas que podemos hacer para mejorarnos a nosotros mismos y a nuestras comunidades, y simplemente no podemos cumplir con todas. Si cambiar nuestra dieta agota nuestros recursos profundamente, nos puede lastimar, o dejarnos ansiosos, enojados, infelices, e incapaces de actuar éticamente hacia las personas que están a nuestro alrededor (como un ejemplo, yo sé que soy una perra irritable cuando no consumo suficiente proteína). Si una preferencia ética en particular nos deja sin más energía o recursos, puede que no sea la manera más efectiva para mejorar el mundo.

Déjenme referirme de (a) hasta (f).

(a) El veganismo, fundamentalmente, es una posición de justicia social basada en el colectivo político. Esto significa que la explotación en masa y la tortura de los animales solo puede ser erradicada con la reestructuración política y social. Demandamos reestructuración política y social para también dirigirnos a las situaciones de otros grupos oprimidos… porque ser anti-racistas, anti-sexistas, anti-homofóbicos, etc., es tomar una posición de justicia social. Estas no son posturas éticas del individuo (aunque ellas son fundadas en preocupaciones éticas e implicaciones éticas le siguen). No hay charla sobre “y tú!” (“do you!”) cuando se trata de posturas de justicia social, porque adoptar una postura de justicia social es hacer cierto reclamo sobre tus propios derechos. Los derechos son un concepto universal, no un concepto de “y tú!”.

El veganismo no es solo una postura de justicia social sino que también se basa en una postura crítica. Es una postura fundada por la crítica de nuestra heredada narrativa de consumo con respecto a los animales. Tomamos la cuestión con la suposición de que los animales deben pertenecer a nuestra narrativa de consumo y nosotros mantenemos que es en parte por esta fallada suposición de que los animales deben permanecer sin derechos. Si los animales simplemente son seres para que nosotros consumamos y usemos, ya sea como alimento, vestimenta, entretenimiento, sujetos de investigación, etc., entonces es contradictorio también mantener que ellos son seres que merecen ser protegidos de los abusos. Mientras asumamos que los animales pertenecen a la narrativa de consumo, a ellos nunca se les concederán derechos. (Les remito a mi post anterior).

(b) Alcanzar metas veganas es sin duda un proyecto que se puede realizar. El único obstáculo en el camino para ver esto es la tendencia a reconstruir el veganismo como un proyecto basado en la ética del individuo! Obviamente, los esfuerzos éticos hechos por individuos aislados no podrían desmantelar el mito sobre el papel de los animales en la narrativa de consumo actual. La narrativa de consumo es una historia sistémica completa con fuerzas económicas, culturales y políticas; entonces, si vamos a encontrar una buena estrategia para embestir el problema, va a tener que ser a un nivel sistémico. La abolición de la esclavitud no fue simplemente la suma de proyectos basados en la ética del individuo. Más bien, fue el resultado de llamadas hacia la reestructuración social y política. Ciertamente, la abolición pudo haber sido un ideal inalcanzable si los abolicionistas no hubieran conseguido ver que la raíz de esta tradición opresiva estaba basada en una narrativa sistémicamente sostenida. En otras palabras, nuestras grandes injusticias sociales no existen simplemente porque hay personas “malas” que no están dispuestas a luchar por ideales abstractos e irrealizables. Las grandes injusticias sociales existen porque hay estructuras construidas y mantenidas que funcionan para perpetuar esas mismas injusticias. Estas estructuras son lo mismo que alimenta la ilusión de que deshacernos a nosotros mismos de ciertas injusticias sociales son ideales “abstractos” desprovistos de realidad o simples fantasmas del optimismo que la naturaleza humana nunca puede acomodar.

(c) El veganismo no es una simple práctica alimenticia, o ética alimenticia, o una dieta. Esto no es para decir que las prácticas alimenticias no son asuntos de justicia social. Ciertamente lo son y merecen más atención. Sin embargo, el veganismo es una posición de justicia social con la meta de asegurar los derechos de los animales y, como tal, no se agota por lo que comemos o vestimos. Me disgusta hasta escuchar los términos “veganismo”, “prácticas alimenticias” y “éticas alimenticias” en la misma oración. Si, como hemos argumentado, los veganos propiamente llegan a la posición de justicia social criticando la suposición de que los animales deben pertenecer en la narrativa de consumo, entonces le sigue que los veganos no miren conceptualmente a los animales como comida. Llamar al veganismo “ética alimenticia”, o una “dieta”, o una “práctica alimenticia” es un perezoso nombre errado.

(d&e) El sentimiento de culpa solamente tiene sentido cuando se ve el veganismo de forma miope como un proyecto ético del individuo. Voy a tener que apoyar este argumento con un ejemplo. Una de mis películas favoritas por desgracia tiene una corta escena con una innecesaria estupidez misógina. Cuando la temida escena se acerca, yo -como una firme feminista- no me siento culpable. Más bien, me siento frustrada y –como mucho (y a lo peor)- impotente como un individuo. Como vegana, soy consciente de que en la actualidad no puedo vivir una vida libre de explotación animal. Como he mencionado anteriormente, nuestra sociedad ha sistematizado e institucionalizado la dependencia humana de animales y de la explotación y tortura animal. Cuando aprendo que las paredes en mi casa (muy probablemente) contienen productos de animales explotados, parece inapropiado sentir culpa. Yo no soy culpable en este caso. Más bien, me siento frustrada por lo penetrante que el problema es y como mucho (y a lo peor)- impotente. El sentimiento de impotencia disminuye después de un rato y la frustración que queda me recuerda cuál es el lugar correcto para mi activismo: en el nivel sistémico. Sentimientos momentáneos de impotencia, que son naturalmente fundados en la impotencia individual, y la frustración, son emociones productivas porque indican que el problema trasciende al individuo. La culpa no es productiva porque indica que el problema deriva del individuo.

Shakespeare character holding a bunch of carrots asks, "To vegan or not to vegan?"

Algunos podrían objetar que yo he prestado poca o nada de atención al sentirme culpable cuando se trata de algún “desliz” o de ser “flexible” en cierta compañía, o de aquellos en ciertas situaciones quienes -independientemente de posiciones de justicia social- debemos depender de los animales para alimento y vestido. Con respecto a lo primero: como ya he manifestado, creo que el veganismo es debidamente entendido como una crítica a la narrativa de consumo y del lugar de los animales en ella, lo que significa que un vegano o vegana realmente cree que los animales son sujetos que merecen derechos. Creo que adoptando una posición crítica hace que los “deslices” o la “flexibilidad” sean imposibles. (Polémicamente), creo que los fenómenos de los “deslices” y la “flexibilidad” tienen mucho que ver con adoptar la posición ética del individuo, la cual se basa en nociones vagas de estatus morales y “crueldad” y no hace mucho para alterar conceptualmente o críticamente a la persona.

(De nuevo, polémicamente) no considero que situaciones que involucren dificultades extremas sean de preocupación inmediata para los veganos. Como veganos, debemos estar preocupados por la narrativa de consumo; estamos preocupados por la historia que nosotros como sociedad contamos sobre los animales y el lugar que ellos ocupan en nuestras rutinas de consumo. Cuando las personas usan animales para la supervivencia básica, ellos no están interesados en crear una narrativa de consumo en la cuál los animales son los perjudicados por algún privilegio percibido. Ellos no tienen el poder para institucionalizar estas nociones. Ellos simplemente están tratando de sobrevivir. El profesor Will Kymlicka se refiere a esta situación como una que reside fuera de las “circunstancias de justicias.” Este es un caso diferente a lo que debería preocupar a los veganos. (Similarmente, cuando rocías un insecto en tu cocina con un spray para cucarachas, consecuentemente matándolo, esta es una situación diferente de las que a los veganos les debería preocupar. Tales incidencias aisladas no tienen nada que ver con mantener la presente narrativa de consumo, de la misma manera que rociar la cara de un intruso con el mismo spray para cucarachas no tiene nada que ver con actuales violaciones a los derechos humanos.)

(e) El veganismo no es un asunto de justicia social aislado de otros asuntos de justicia social. Olivia declaraba anteriormente, “Cada uno de nosotros tiene una cantidad limitada de tiempo, dinero, y energía, y tenemos que decidir en qué temas enfocar nuestros recursos.” Tal punto de vista es rampante entre veganos y no-veganos. Conforme a esta mentalidad de “asunto-único” (“single-issue”), los activismos son estructurados para referirse a un asunto y se refieren a este asunto como siendo fundamentalmente independiente de y diferente de otros asuntos. Como resultado, tenemos que priorizar asuntos. El enfoque de asunto-único oscurece la realidad de cómo el racismo, sexismo, clasismo, discriminación en base a la diversidad funcional, homofobia, especismo, ecocidio, etc. no están solo conectados pero son dependientes el uno con el otro para formar lo que yo llamo un “holismo pernicioso”. Si uno ve esta realidad, el enfoque de el asunto-único parece complemente incoherente. Si todos estos asuntos contra los que luchamos están enredados en una profunda, interconectada red, entonces no tiene nada de sentido estructurar nuestro activismo como si ellos no estuvieran conectados o como si no fuesen interdependientes. Aislar un asunto de esta red es equivocarse sobre la raíz y profundidad del problema, por lo que cualquier activismo que siga de este aislamiento es fútil. La mayoría de las veces, los enfoques de asunto-único son desposados simplemente por la falta de diversidad. Puede ser difícil descubrir cómo ciertos asuntos en particular están conectados si no se tiene en cuenta con las experiencias relevantes.

Por ejemplo, históricamente, los movimientos feministas en su lucha se han centrado solamente en el aspecto de género, simplemente porque sus miembros y las mujeres a las que convirtieron en su objetivo y por las que hablaron fueron todas mujeres blancas de una clase en particular. Hasta hace poco, nunca se les había ocurrido a las organizaciones feministas convencionales que la raza y la clase sean fuerzas sociales que dan forma al género.  Aunque a las organizaciones veganas les guste comparar entre las similitudes de la explotación humana y animal, raramente lo llevan al siguiente paso lógico, concluyendo que estas similitudes tienen algo que ver con la misma estructura que apuntala estas explotaciones. La anatomía de esta estructura en la cual todas las explotaciones giran es el holismo pernicioso que existe entre todos los -ismos regresivos. Entonces, adoptar un compromiso en el camino correcto hacia el veganismo, no significa quitar tiempo, dinero y energía de otros compromisos valiosos.  Tener un compromiso con el veganismo es solo comprometerse en atacar la subyacente estructura del especismo, que está estructuralmente incrustada en todos los otros –ismos regresivos.

Como he mencionado en otro lugar, esto no es decir que el activismo vegano sea feminismo, sea activismo anti-racista, etc. Sin embargo, luchar contra la fuerza que le da forma a la explotación animal también requiere luchar contra las fuerzas sociales que le dan forma y se cruzan con tal fuerza. El género, la raza, la clase, las capacidades, la orientación sexual, etc. Este es el enfoque del asunto-múltiple o como a veces se le denomina “activismo interseccional”. Para una buena demostración de este enfoque, considera este punto que la Dra. Breeze Harper hace cuando ella argumenta que hay algo incoherente en llamar a los productos veganos “libres de crueldad” si han sido hechos por niños esclavos!

Conclusión. La moraleja de todo esto es que el ver el veganismo desde la perspectiva del individuo como una práctica que se agota a sí misma en tu ética personal es diametralmente opuesto al objetivo del veganismo, que es erradicar el mito de que los animales pertenecen a la narrativa del consumo. Puesto que las protecciones legales son las únicas cosas que podrían prevenir significativamente la explotación de seres vulnerables y puesto que el lenguaje de los derechos es el único lenguaje que puede asegurar la vulnerabilidad formal de los seres, nuestra tarea como veganos es asegurar los derechos de los animales si vamos a alcanzar nuestra meta. Las implicaciones éticas que siguen a este punto de vista son solo eso: ellas siguen la posición crítica que aumenta nuestra postura de justicia social y consecuentemente define nuestras prácticas. Necesitamos insistir que estamos involucrados primero y más que nada en el negocio de justicia social. El discurso de la moralidad meramente nos dice algo sobre nosotros– sobre nuestro carácter, sobre si nosotros somos buenos o malos. El discurso sobre los derechos nos dice algo sobre los animales– acerca de que merecen lo que aún no tienen.


Syl is a local activist and PhD student in philosophy in Chapel Hill, NC. She is currently working on her dissertation, which posits the “human” in the human/animal binary as a location of naturalized whiteness and in which she argues for an interpretation of the human/animal binary as racist. Syl also has secondary interests in black feminism, the history of philosophy and philosophy of animal death.

Privilège masculin, Déraillements de la Discussion et la Politique de la Politesse

Translation by Christophe Hendrickx. See more French translations of critical vegan essays by grassroots activists by visiting his blog, La Pilule Rouge. The original English version of this essay can be found by clicking here.

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J’ai eu une conversation hier avec un collègue qui soutient la violence et les réformes de bien-être dans la lutte pour les droits des Animaux Non-humains. En tant qu’abolitionniste, je rejette ces tactiques, étant non seulement bancales idéologiquement mais contreproductives. Les débats violence/non-violence et abolition/bien-être ont une longue histoire derrière eux dans le mouvement, et les débats sur leur efficacité n’en finissent pas. De par ma spécialisation dans la théorie du mouvement social développée durant ma vie universitaire, j’ai un avis plutôt forgé sur ce genre de sujets. Mon collègue, cependant, n’est pas universitaire et n’est pas versé dans la science des mouvements sociaux, basant sa position sur le discours dominant (dirigé par les hommes) du mouvement. Au fil de la discussion et vu que je maintenais fermement ma position sur le sujet, mon collègue a fait remarquer qu’il ne pensait plus pouvoir me parler sans être au final accusé de sexisme. C’était peut-être parce que j’utilisais le langage du privilège pour discuter de la domination des organisations welfaristes dans le mouvement, ou peut-être parce que j’ai fait remarquer que les tactiques violentes sont patriarcales et tendent à attirer les hommes. Peu importe la raison, on me pointait du doigt pour avoir communiqué ma position dans le cadre de l’inégalité. Je ne l’ai certainement jamais accusé de sexisme. Cependant, il m’est vite venu à l’esprit que mon collègue n’avait pas formulé cette affirmation suite à une véritable exaspération, mais plutôt comme outil de manipulation visant à faire dérailler la discussion et rétablir la suprématie masculine.

Les hommes tendent à être socialisés à s’attendre à dominer le débat. Ils sont socialisés à croire qu’ils ont raison, que leur opinion importe, et que cette opinion est la plus importante. Ce n’est pas basé sur l’expérience ou sur la connaissance, mais plutôt sur leur statut social privilégié en tant qu’homme. Les femmes, à l’inverse, sont socialisées selon la politique de la politesse. On nous apprend à donner plus d’espace de parole aux hommes, à estimer leurs opinions peu importe leur ridicule ou leur offense, pour apaiser leurs égos, etc.. Des décennies de recherches sociologiques sur la discussion, le langage, et l’espace social concernant les interactions mixtes ont confirmé que les hommes parlent plus, ils occupent plus d’espace, ils dictent la discussion, et leurs opinions sont vues comme plus crédibles et légitimes. Les femmes, au contraire, parlent moins, soutiennent plus, et occupent moins d’espace. Leurs opinions sont également extrêmement dévaluées.

Lorsque les homes se plaignent de ne pas pouvoir dire quoi que ce soit sans être accusés de sexisme, voici ce qu’ils disent réellement :

1. Je suis habitué à avoir le contrôle de la conversation, votre conscience de la politique sexuelle rend cela difficile pour moi d’adopter ce privilège invisible en douceur.

2. Je suis habitué à pouvoir parler de n’importe quel sujet sans qu’on remette en question mon autorité, la possibilité qu’on m’accuse de sexisme interfère avec mon autorité.

3. J’utilise la politique de la politesse pour vous confondre à donner priorité à mes sentiments et intérêts.

4. La théorie féministe est une charade. Le sexisme n’est pas réel, vous utilisez juste cette rhétorique pour gagner le débat.

Cette tactique est une variante de la “tone-policing” (ndt : littéralement “police du ton” : se concentrer sur la manière dont on dit quelque chose, peu importe qu’elle soit vraie ou non). Plutôt que se concentrer sur l’argument développé, un déraillement est créé en invoquant l’égo masculin meurtri, le caractère de la femme, et l’authenticité du féminisme. Les femmes sont détournées d’un sujet sur lequel elles peuvent exprimer leur propre autorité lorsque les hommes exploitent la féminité et font pression sur les femmes pour qu’elles montrent du respect à la structure sociale patriarcale. La validité de mon argument se trouve mise sur le côté, je dois d’abord m’occuper de ses sentiments. Ne pas s’occuper d’abord des sentiments des hommes est un pêché capital dans le patriarcat. Être une femme avec une opinion éclairée semble également être une grande offense.

Enfin, il est extrêmement important de reconnaître que lorsque nous individualisons l’oppression, nous obscurcissons sa nature systémique. Si nous ne pouvons pas débattre d’oppression systémique parce que les gens de privilège donnent priorité à leur inconfort pour ce qui semble être une attaque personnelle, nous ne pourrons pas avoir les discussions importantes nécessaires pour créer une société égalitaire. En faire une question personnelle (“Hey, je ne suis pas sexiste !”; “Hey, tu dis que je suis un raciste ?!”) fait sérieusement dérailler la conversation. Au lieu de remettre en question l’oppression culturelle, les militantes se voient amenées à s’occuper des sentiments de personnes de privilège qui sont habituées à être à l’abri de l’inconfort. Cela devient extrêmement pénible pour les personnes oppressées de devoir se plier en permanence aux sentiments des personnes privilégiées. Faire cela redirige l’attention des oppressés vers les oppresseurs. Cela ferme également le dialogue, interfère avec la pensée critique, et entrave le travail de justice sociale.

 


Corey Lee WrennDr. Wrenn is Lecturer of Sociology. She received her Ph.D. in Sociology with Colorado State University in 2016. She received her M.S. in Sociology in 2008 and her B.A. in Political Science in 2005, both from Virginia Tech. She was awarded Exemplary Diversity Scholar, 2016 by the University of Michigan’s National Center for Institutional Diversity. She served as council member with the American Sociological Association’s Animals & Society section (2013-2016) and was elected Chair in 2018. She serves as Book Review Editor to Society & Animals and has contributed to the Human-Animal Studies Images and Cinema blogs for the Animals and Society Institute. She has been published in several peer-reviewed academic journals including the Journal of Gender Studies, Feminist Media Studies, Disability & Society, Food, Culture & Society, and Society & Animals. In July 2013, she founded the Vegan Feminist Network, an academic-activist project engaging intersectional social justice praxis. She is the author of A Rational Approach to Animal Rights: Extensions in Abolitionist Theory (Palgrave MacMillan 2016).

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The Power Of The Vegan Who Remembers Their Roots

"Remembering Our Speciesist Roots" Girl smiling as she eats a barbecue rib, her face is covered in sauce

By Michele Kaplan

CONTENT WARNING: This article contains a couple of sentences (quotes from others) that reference misogyny, homophobia, and ableism.

NOT SAFE FOR WORK: Some violent language in said quotes.

Author’s Note: The following is in no way an attack on Direct Action Everywhere, but rather a discussion inspired by one of their graphics. I chose to use a DxE graphic because it’s the graphic that sparked this conversation on Facebook and thus inspired this article. I am not suggesting that the comments that were made, represent DxE as an organization, as you can’t control who comments on a public post. I wanted to write this article because variations of the comments that were made in reaction to this graphic, are comments that I’ve heard for years within the Animal Rights Movement and I wanted to speak on that.

“Walter [the hunter who is also a dentist] says he killed Cecil [the lion] because he didn’t know his name… Let’s hope Walter knows his patients’ names.”

Question: When you read that, what thoughts pop into your head?

For some animal rights activists (at least going by the comments on the internet), the response is one of anger. But not just anger. A kind of vindictive anger.

“A heartless piece of work…”
“He’s a f**king idiot!”
“Calling him a human is going too far.”
“Could we crowdfund to have the doctor dropped off somewhere in Africa, stripped naked and then hunted like an animal?”
“He’s a f**king, coward, tool who sucked someone’s dick to stay out of jail? The question is who’s whore is he?”

I could go on, but you get the gist. Now, putting aside for a moment that some of these comments are incredibly ignorant and some just disturbing, I would like to look at the overall vindictive and angry nature of the comments.

Question: How many of us within the Animal Rights movement were born vegan?

Smiling Baby

Not many. In fact, I think it’s safe to say that the majority of us participated in the killing and consumption of animals, at some point in our lives. While we may not have gone hunting (though I am sure some of us did), does it really matter if we directly or indirectly killed an animal?

The end result is the same. An animal who did not want to die is dead. So, if we too once participated in the death of animals, then it begs the question:

Question: As vegans, do we forget our speciesist roots?

I know when I heard about someone harming an animal, I would get really upset. But not just upset. Angry. “What a jerk!” I would say. And when I would make this comment on social media, it would get plenty of likes and support.

But one day, I stopped and pondered if I was being hypocritical to get mad and vindictive simply because a person hasn’t unlearned speciesism at the same rate/pace that I have?

This is not to say that it is wrong to feel angry. Anger (when used constructively) can inspire us to further fight for what is right. What can get in our way, is when it becomes vindictive. It can lead us to think things like “What kind of person does this sort of thing?!” instead of realizing “Oh, right. That was me.”

And once I realized this, and thus let go of the hypocritical and vindictive anger, it made room for empathy. As a result, I was having a much easier time communicating, connecting and reaching people who weren’t vegan.

Sleeping pig on couch

“Walter says he killed Cecil because he didn’t know his name… Let’s hope Walter knows his patients’ names.” read the graphic posted on Facebook. “His reasoning makes no sense.” I thought at first “What about the dog he passes by on the street but doesn’t know the name of?”

But instead of just chalking it up to Walter being senseless and unintelligent, I stopped and remembered my roots. And that’s when it occurred to me (and I left the following comment) : “I think what he (possibly) meant was that he never thought that an animal such as a lion would have a name / life / purpose etc. Which is no different than the people who eat pigs [and other animals] because they just viewed the animal as a means to their pleasure and never stopped to think / was not raised to think that animals have lives and hearts and emotions [and] aren’t just there for our consumption.”

Empathy is power. It’s great that we fight for the liberation of animals, my fellow vegans but always remember your roots.

 

This essay originally appeared on Rebelwheels’ Soapbox on May 17, 2015.


me in wheelchairMichele Kaplan is a queer (read: bisexual), geek-proud, intersectional activist on wheels (read: motorized wheelchair), who tries to strike a balance between activism, creativity and self care, while trying to change the world.

La Política Sexual del Veganismo Moralmente Superior

Translation by María. María is active with Ochodoscuatro Ediciones, a non-profit anti-speciesist book house that is noted for translating Carol Adams’ The Sexual Politics of Meat into Spanish. You can view the original English version of the essay below by clicking here.

Stella McCartney and dog walking on trail

Por Corey Lee Wrenn

La línea de moda vegana de Stella McCartney apareció en un reciente artículo de la revista feminista Bustle en la sección “Moda y belleza”. Al principio, me sentí encantada de que presentasen el veganismo en un espacio feminista, cosa que no suele suceder tan a menudo como debería.

Parece que la autora, también, es consciente de la falta de conexión política entre feminismo y veganismo, pues se encarga de amortiguar a los lectores con una advertencia. Siguiendo una declaración de McCartney que dice que su marca es “la empresa más ética y amorosa de la industria de la moda”, Bustle aclara:

La declaración apunta que ella dijo eso en broma, indicando que no se siente moralmente superior acerca de su postura libre de crueldad, cosa que no siempre es el caso de los activistas por los derechos animales.

Encuentro esa advertencia bastante curiosa, estando en el contexto de la política feminista. Las feministas generalmente ponen resistencia cuando alguien intenta controlarles el tono en que dicen algo y a menudo castigan a las celebridades que se niegan a identificarse a sí mismas como feministas. Pero todo vale cuando hablamos de los derechos de los animales no humanos. En otras palabras, las feministas fomentan con determinación un feminismo fuerte y orgulloso, en un esfuerzo por desestigmatizar el activismo de justicia social, pero pueden darle rápidamente la vuelta y vilipendiar a aquellas que hacen lo mismo en nombre de los otros animales.

Dado que el 80% del movimiento por los derechos de los animales no humanos está formado por mujeres y siendo que el veganismo está extremadamente “feminizado”, es importante reconocer los matices sexistas en la estereotipación de las veganas. Es posible que esa “superioridad moral” asignada a activistas y veganas sea de hecho una forma de vigilancia de género. En otras palabras, estos estereotipos trabajan para avergonzar y silenciar a las mujeres “engreídas” que se atreven a politizarse.

Las feministas deberían mantenerse al margen la ridiculización de la justicia social. Preocuparse por la opresión de las demás no debería ser algo que ocultar o que minimizar. El compromiso para acabar con la injusticia debería ser algo de lo que estar orgullosa. Deberíamos estar celebrando el activismo. Es un trabajo duro, se ganan pocos amigos, es mentalmente agotador y pocas personas están dispuestas a participar. Las feministas no deberían poner añadidos a esa dificultad, cuando podrían ser una fuente importante de apoyo. Esto especialmente cuando la mayor parte de activistas por el veganismo son mujeres y cuando el especismo está íntimamente ligado al patriarcado.

 


Corey Lee WrennDr. Wrenn is Lecturer of Sociology. She received her Ph.D. in Sociology with Colorado State University in 2016. She received her M.S. in Sociology in 2008 and her B.A. in Political Science in 2005, both from Virginia Tech. She was awarded Exemplary Diversity Scholar, 2016 by the University of Michigan’s National Center for Institutional Diversity. She served as council member with the American Sociological Association’s Animals & Society section (2013-2016) and was elected Chair in 2018. She serves as Book Review Editor to Society & Animals and has contributed to the Human-Animal Studies Images and Cinema blogs for the Animals and Society Institute. She has been published in several peer-reviewed academic journals including the Journal of Gender Studies, Feminist Media Studies, Disability & Society, Food, Culture & Society, and Society & Animals. In July 2013, she founded the Vegan Feminist Network, an academic-activist project engaging intersectional social justice praxis. She is the author of A Rational Approach to Animal Rights: Extensions in Abolitionist Theory (Palgrave MacMillan 2016).

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Psychological Abuse in Animal Rights Advocacy

Man yelling into bullhorn at a protest

By Pooja Umbra

Since being diagnosed with an auto-immune neurological disorder and a mental illness as a vegan, I have been putting a lot of thought into the kind of vegan advocacy that can be categorized as psychologically abusive. I have myself partaken in this type of advocacy and I write this using my newly-acquired self-awareness and insight into psychological issues.

I’d like to state on record that I am not a mental health professional. I am articulating this as someone who has experienced psychological abuse from my early childhood and as someone who’s learning to tell the difference between emotionally healthy and unhealthy behaviors.

So what exactly is psychological abuse?

Psychological abuse, also referred to as emotional abuse or mental abuse, is a form of abuse characterized by a person subjecting or exposing another to behavior that may result in psychological trauma, including anxietychronic depression, or post-traumatic stress disorder.

It encompasses a wide range of behaviors such as, verbal aggression/ assault, domination, emotional blackmail, invalidation, gaslighting and blaming, among others.

Emotionally abusive behaviors by activists or any reminders of past emotional trauma can have debilitating consequences for survivors. Using guilt and shame for AR advocacy with the objective of elevating people’s consciousness to the plight of non-human animals may sometimes yield positive results, but it may also at times make survivors of emotional abuse relive the trauma of the past, feed their suicidal ideation, strengthen their ‘inner critic’, deepen their toxic shame, make the management of their illness difficult, or severely hamper their chances of recovery. Much has been written about certain damaging types of animal rights (AR) advocacy that is triggering to victims/survivors of violent crime such as rape. It is not much different for survivors of emotional trauma. Many in the AR movement, regrettably, still don’t see this as something to be rectified because of their anything goes approach to AR advocacy.

Before AR activists scream, ‘Meat is murder’ or tell non-vegans that they’re contributing to the death of shelter animals by purchasing animals from breeders, they need to stop and evaluate what they want to accomplish and why they’re using the kind of emotionally manipulative/ verbally aggressive approach that usually alienates people with mental disabilities and/or those with a history of trauma. Activists are better off using non-abusive approaches that don’t open up the emotional wounds of others. Furthermore, such non-abusive approaches are more likely to help non-human animals. Abusive tactics only serve to make abusers feel good by feeding off of the humiliation of others. It is self-serving and short-sighted. AR activists with able-minded and able-bodied privileges, as allies to non-human animals, need to recognize the imbalance of power between them and those with disabilities, and tailor their advocacy to be more compassionate.

Emotionality is an asset for bringing about lasting social change, but there is a difference between using corrosive tactics like guilt and shame, and encouraging self-reflection and accountability. All humans oppress non-human animals wittingly or unwittingly, to varying degrees. As those belonging to the oppressor group, we need to have more humility in our activism.

 


PoojaPooja Umbra is a multi-lingual vegan feminist from Bangalore who is fluent in four languages and semi-proficient in two others. She is a qualified accountant, though is currently on a break. She currently devotes her time to looking after her twelve and a half year old dog and to self- care.